El casamiento judío.

El casamiento judío siempre ha estado muy presente en la historia del pueblo hebreo.
He buscado en la Torah y he visto que no he encontrado la palabra “soltero”.
Podéis hacer el mismo ejercicio, buscando la Torah, en español, en la web y hacer una búsqueda de la palabra mencionada.
La inexistencia de la palabra soltero en el antiguo texto bíblico, es una insinuación de que no había necesidad de utilizarla en los primeros tiempos del pueblo judío.
La idea que una persona no se case, era inaceptable para los cánones judíos antiguos.
Muchos siglos mas tarde, podemos ver en el Talmud frases contrarias a la soltería y a favor del casamiento judío.
Está escrito en el talmud: “quien no tiene una buena mujer, no tiene bien, no tiene alegría, no tiene bendición, no tiene paz, no se puede llamar hombre; y quien ama a la mujer y la honra más que a sí mismo, y lleva a sus hijos e hijas por el buen camino, y se une en matrimonio a tiempo oportuno, tendrá la paz prometida por Dios a los justos”
Evidentemente a lo largo de los siglos el judaísmo fue influenciado por las culturas y costumbres de los pueblos dominantes en cada época.
Durante el periodo Greco-Romano, cuando ciertos miembros de la comunidad judía estaban inclinados a permanecer solteros, los rabinos los incentivaban a que contrajeran matrimonio.
La tradición hebrea siempre mostró una devoción apasionada por el casamiento judío. Hasta hace muy pocos años un judío no podía ser ordenado rabino si no estaba casado. En la mayoría, o quizás en todas las vertientes ortodoxas del judaísmo, esta máxima, continua vigente.
En la Torah hay 613 preceptos, ordenes divinas. La primera de ellas la encontramos en el libro de Genesis, capítulo 1, versículo 28:
וַיְבָ֣רֶךְ אֹתָם֮ אֱלֹהִים֒ וַיֹּ֨אמֶר לָהֶ֜ם אֱלֹהִ֗ים פְּר֥וּ וּרְב֛וּ וּמִלְא֥וּ אֶת־הָאָ֖רֶץ וְכִבְשֻׁ֑הָ וּרְד֞וּ בִּדְגַ֤ת הַיָּם֙ וּבְע֣וֹף הַשָּׁמַ֔יִם וּבְכָל־חַיָּ֖ה הָֽרֹמֶ֥שֶׂת עַל־הָאָֽרֶץ׃
“Los bendijo Dios y les dijo Dios a ellos (a Adán y Eva): fructificaos y multiplicaos, llenad la tierra y conquistadla……”
Si bien en la tradición judía encontramos diversas razones que nos impelen a contraer matrimonio hay un par de ellas que podemos situarlas bajo un aspecto religioso.
La primera está en el concepto judío de que la creación es un proceso constante y por lo tanto debemos recrearla incesantemente. El ser humano tendría como obligación o precepto ayudar a Dios a cumplir con uno de los objetivos primordiales de la existencia humana a través de la procreación dentro del casamiento judío.
La segunda razón es que cuando el pueblo de Israel recibió los mandamientos divinos en el Monte Sinaí, ellos se comprometieron a transmitir la espiritualidad, el conocimiento, la ética y la moralidad de padres a hijos a través de las generaciones. Esta promesa nos conduce a la necesidad de procrear; antiguamente, los hijos de Israel, lo hacían bajo la institución del matrimonio.
Para poder transmitir la espiritualidad, el conocimiento, la ética y la moralidad, de generación en generación, no era suficiente preservarse como pueblo, sino que existía la necesidad del crecimiento poblacional. Esto se conseguía a través del casamiento judío santificado por Dios.
En los tiempos antiguos ya existía la costumbre de realizar la ceremonia de la boda judía, bajo la chuppah, bajo las estrellas, para simbolizar la promesa que Dios hizo al patriarca Abraham que aparece en la Torah, en el libro de Genesis, capítulo 15, versículo 5:
וַיּוֹצֵ֨א אֹת֜וֹ הַח֗וּצָה וַיֹּ֙אמֶר֙ הַבֶּט־נָ֣א הַשָּׁמַ֗יְמָה וּסְפֹר֙ הַכּ֣וֹכָבִ֔ים אִם־תּוּכַ֖ל לִסְפֹּ֣ר אֹתָ֑ם וַיֹּ֣אמֶר ל֔וֹ כֹּ֥ה יִהְיֶ֖ה זַרְעֶֽךָ׃
“Lo condujo hacia afuera (Dios a Abraham) y le dijo: Mira ahora hacia el cielo y cuenta las estrellas, si es que puedes contarlas. Y le dijo: Así será tu descendencia”
La promesa de esta exuberante fertilidad futura, “como las estrellas que hay en el cielo”, nos indica la necesidad de crecimiento como pueblo.
Hemos visto a lo largo de la historia, desde épocas bíblicas, que durante diferentes períodos, la perdurabilidad de la existencia como pueblo ha estado en peligro.
La manera de sustentar la permanencia del pueblo de Israel, en su tierra ancestral, la Tierra de Israel, era con un aumento poblacional constante.
A lo largo de los siglos, en la Tierra de Israel, sus hijos, fueron invadidos, diezmados, deportados, dispersos, etc. Pero siempre pudieron recuperarse como pueblo y mantener una presencia constante.
Por eso una boda judía se celebra con mucho júbilo y regocijo. Las ceremonias son melódicas y emocionantes.
Una boda judía trae alegría y felicidad no solo a los novios como así también a toda la comunidad. El nacimiento de un niño trae alegría a toda la comunidad, porqué con esta nueva vida se recrea la creación, es un símbolo de la continuidad y eternidad del pueblo judío.
Para la tradición hebrea la boda judía era santificada y los novios consagrados.
Antiguamente, los ingredientes fundamentales que sostenían el casamiento judío, eran el respeto mutuo, el cuidado, la devoción, la protección, la dedicación y la bondad. Estos conceptos podían estar reflejados en la ketubbah, el acta o contrato matrimonial.
Para un judío, cumplir con las obligaciones citadas era considerado como un mandamiento religioso. Era su manera de cumplir con la voluntad divina y asociarse a Dios en la recreación del Génesis.
Desde tiempos remotos y a lo largo de los siglos, eran los padres que se encargaban de encontrar una pareja para sus hijos e hijas. Pero el judaísmo siempre ha hecho hincapié en que una boda judía debía celebrarse con la anuencia de los novios.
Sobre todo, era la novia con mayor poder de veto. No se podían celebrar bodas judías por obligación.
En un mundo históricamente machista, los rabinos, quisieron proteger y amparar a la mujer, dándole a ella toda la protección necesaria para que pueda escoger libremente a su esposo. De esta forma también protegían a la novia de la coerción paterna. Era obligatorio que la novia apruebe a la persona elegida por sus padres.
No era adecuado ejercer ningún tipo de presión sobre la mujer en la toma de su decisión.
Aunque parezca complicado entenderlo, sobre todo en función de la información que nos llega actualmente desde los medios, referentes a las corrientes ortodoxas; los sabios de la antigüedad no contemplaban un casamiento judío que no fuera por amor.
Decían que en un hogar donde el casamiento judío se fundaba sobre intereses, no podía haber amor, solo un conflicto continuo.
El talmud fue más lejos en este sentido, afirmando que “aquel que se casase por dinero, tendría hijos malvados”
Uno de los más claros ejemplos del casamiento por amor lo vemos en el gran sabio tanaíta, Rabí Akiva.
Él era un pastor, semi analfabeto, que trabajaba para un hombre muy rico llamado Kalba Sabua.
Akiva se enamoró perdidamente de su hija y evidentemente el padre de ella no aprobaría la boda de su hija, Rachel, con un pobre pastor.
Rachel decidió vivir su historia de amor con Akiva aunque esto le supuso tener que abandonar los lujos y la comodidad de la casa de su padre para vivir una dura vida de privaciones.
Pero el amor fue la fuerza que siempre los guió.
Rachel le impuso una única condición a Akiva, que estudiará las Sagradas Escrituras. Él la aceptó y se casaron secretamente.
Si no hubiera sido por Rachel, Akiva, habría vivido toda su vida como un simple e ignorante pastor.
Ella siempre tuvo mucha confianza en su marido.
Rachel renunció a una existencia de grandiosas riquezas para construir un hogar con Akiva basado en el amor.
Ella, muy sabiamente, confiaba en que su marido alcanzaría renombre y grandeza.
Rachel necesitó mucha fe y paciencia para ver su ilusión plasmada en la realidad.
Ella lo instó a dejar el hogar para ir a estudiar. Akiva estuvo de acuerdo y estudió, de forma intensa, profunda y continua.
El talmud nos relata que al cabo de 24 años, Rabí Akiva se transformó en un grande, exitoso y reconocido erudito.
Continuando con el relato del talmud, Rabí Akiva retornó a su pueblo natal siendo el líder de su generación.
Él tenía un séquito de 24.000 alumnos.
Rachel, que siempre llevaba vestimentas simples, acudió a recibirlo y al ver a su amado, se derrumbó frente a sus pies.
Los seguidores de Rabí Akiva, que no conocían a Rachel, se apresuraron a quitarla del medio, pero él lo impidió pronunció la siguiente frase: “Déjenla. Lo mío y lo vuestro, es de ella”.
Rabí Akiva sabía que todo lo que había logrado, había sido gracias al amor incondicional de su esposa.
Chazan Danny
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